martes, 19 de marzo de 2019


[Condenados a algo que tira desde arriba]
Me llora la trompeta
una de baladas tristes
no por desamores;
mas de cegarse con el sol
hace querer llorar.

Me fenecen jilgueros
en las tumbas del valle
no por derrumbarse;
mas de tanta falacia
hacen querer morirse.

Me cansan las voces
de la plaza de mi pueblo
no por disgustarme;
mas de tanta desdicha
hacen querer no escucharlas.

Pero se oyen.
La trompeta, los jilgueros y las voces se oyen.

Ladran los perros
para aporrear y moder
no por la rabia;
mas de instinto animal
hacen querer la violencia.

Picotea el águila
con las alas abiertas
no por ser de San Juan;
mas de estar negra
hace querer obviarla.

Enseñan las palabras
a reconocer su buen uso
no por elogiarse;
mas de ir de boca en boca
hacen creer suavizarse.

Pero me roen los perros y el aguila.
Las palabras las cantan los jilgueros.
Las voces las pone la trompeta.
Y los perros ladran en el pueblo.

En la plaza solo se oye un fuerte rumor a caos y esperpento.

Que todo se comprima en mi utopía.
Mi junta de soñadores hambrientos.
Mi ombligo que hace de universo.
Mi cabeza que no deja de tener tutía.

Las mujeres que se ahogan cada día.
Los poetas que se mudan de esta tierra.
Los depresivos que escogen otra vía.
Las personas que les toca ir la guerra.

Los niños que crecen con miedo...
y el miedo que envejece con ellos.

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