[Condenados a algo que
tira desde arriba]
Me llora la trompeta
una de baladas tristes
no por desamores;
mas de cegarse con el sol
hace querer llorar.
Me fenecen jilgueros
en las tumbas del valle
no por derrumbarse;
mas de tanta falacia
hacen querer morirse.
Me cansan las voces
de la plaza de mi pueblo
no por disgustarme;
mas de tanta desdicha
hacen querer no
escucharlas.
Pero se oyen.
La trompeta, los jilgueros
y las voces se oyen.
Ladran los perros
para aporrear y moder
no por la rabia;
mas de instinto animal
hacen querer la violencia.
Picotea el águila
con las alas abiertas
no por ser de San Juan;
mas de estar negra
hace querer obviarla.
Enseñan las palabras
a reconocer su buen uso
no por elogiarse;
mas de ir de boca en boca
hacen creer suavizarse.
Pero me roen los perros y
el aguila.
Las palabras las cantan
los jilgueros.
Las voces las pone la
trompeta.
Y los perros ladran en el
pueblo.
En la plaza solo se oye un
fuerte rumor a caos y esperpento.
Que todo se comprima en mi
utopía.
Mi junta de soñadores hambrientos.
Mi ombligo que hace de
universo.
Mi cabeza que no deja de
tener tutía.
Las mujeres que se ahogan
cada día.
Los poetas que se mudan de
esta tierra.
Los depresivos que escogen
otra vía.
Las personas que les toca
ir la guerra.
Los niños que crecen con
miedo...
y el miedo que envejece
con ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario